Un arte difícil y apasionante; como en todos los oficios hay buenos, malos y regulares.
Los hay honestos, tramposos y picaros. La opción más segura es comprar o restaurar los relojes antiguos a un relojero profesional, el cual además de arreglar el reloj en cuestión, buscará las piezas que correspondan a la época de fabricación y depende de la avería; las piezas rotas se reconstruyen con el torno y la fresadora. Si bien es cierto que la restauración comporta un precio elevado en comparación con un simple arreglo, no es menos cierto que ésta supone sobre aquél una ventaja indudable; un reloj restaurado tiene un precio en el mercado que no se discute.
Este coste relativamente alto de la restauración, viene dado por varios motivos. Por una parte incide el factor tiempo, las horas que el artesano debe dedicar a una pieza. Por otra siempre se ha dicho, que la relojería es un oficio de ricos. Y es verdad, las herramientas, la fornitura, recambios y despiezes etc... de las que debe disponer un buen restaurador son muchas y muy caras, y es necesario amortizarlas con los trabajos realizados.
Raramente ocurre que sea necesaria la reconstrucción de varias de las piezas de un reloj. En cambio es frecuente que resulte necesario la intervención del relojero, debido a la negligencia en el uso o porque el propietario haya intentado desmontar el mismo el reloj, con que ha agravado el daño inicial. Existe una máxima en relojería que dice, que por un accidente se puede estropear un reloj, pero que para desgraciarlo hace falta un mal relojero o un aficionado poco hábil. Volvemos a lo de siempre, a la larga las chapucillas baratas salen más caras de lo previsto.